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Homilía – 1 de diciembre de 2013

Domingo de la Semana 1ª del Tiempo de Adviento.  Ciclo A

 

Comienza el mes de Diciembre y se inicia un nuevo año litúrgico con el tiempo del Adviento.

El término “adviento”, viene del latín adventus, que significa venida, llegada. Tiempo en que nos preparamos para la venida del Señor.

 

Las tres venidas: pasado, presente y futuro

Jesús vino en la humildad de nuestra carne, cuando se encarnó en el vientre de María y nació en el portal de Belén.

Y vendrá con gloria al final de los tiempos para juzgar a vivos y muertos. Vendrá a visitarnos  el día de nuestra muerte.

 

Entre la primera y la última, Jesús sigue viniendo a cada corazón que lo recibe con fe y humildad.

1.     Viene en la celebración litúrgica: Que actualiza los acontecimientos del pasado (eterno hoy). Cada Eucaristía es un Adviento.

2.     Viene en cada persona y cada acontecimiento. Las visitas de Dios son inesperadas, el Señor toca a la puerta en las más diversas situaciones: la muerte de un amigo, una enfermedad, una conversación, el contacto con los pobres que sensibiliza nuestro corazón.

 

DENSE CUENTA DEL MOMENTO EN QUE VIVEN

La vida de cada persona es una historia de salvación o a veces una historia de condenación. Una historia entretejida por dos sogas que se entrelazan permanentemente. El amor y la gracia de Dios que no se cansa de llamar y la libertad del hombre que acepta o rechaza el amor de Dios.

 

Cada vida pasa por momentos y etapas distintas: DATE CUENTA EN QUE MOMENTO DE TU VIDA ESTÁS… DATE CUENTA DE LO QUE DIOS TE ESTÁ PIDIENDO AQUÍ Y AHORA.

 

El Adviento nos invita a vivir en tensión de espera gozosa, a no vivir de manera autoreferencial, encerrados en nosotros mismos, sino a salir al encuentro del Señor que nos habla a través de las personas y los acontecimientos.

 

Carpe Diem: Toma el día, aprovecha la vida, no pierdas inutilmente el tiempo ni desperdicies las oportunidades de amar que Dios te brinda a cada momento.

 

Por eso, lo que nos pide la Iglesia es que nos despabilemos, que despertemos del sueño, que sacudamos de nosotros toda mediocridad, porque la salvación está más cerca que cuando comenzamos este camino.

 

Vigilad, velad, estad atentos… Concentra tu atención en lo importante y no te dejes atrapar por lo superficial, ni te entregues frenéticamente al activismo.

Lo contrario de la atención, es la distracción, que por desgracia es lo que más busca la gente en esta sociedad consumista y superficial. Trabajar como una bestia de carga para luego consumir como un adicto, buscando distraernos y huir de nosotros mismos en la búsqueda de placeres desordenados.

 

DATE CUENTA EL MOMENTO QUE VIVES, PIENSA EN TU DESTINO FINAL, PIENSA EN LA MUERTE QUE ES UNA BUENA CONSEJERA, Y PREGÚNTATE COMO ESTAS APROVECHANDO TU VIDA.

 

El gran peligro de la vida cristiana es la rutina… Volvemos a prender nuestra corona de adviento, ponemos el nacimiento en la casa, los adornos navideños, decidimos donde vamos a pasar la Navidad, hacemos alguna obra de caridad, nos confesamos para comenzar el Adviento… Pero no pasa nada… Nuestra vida sigue siendo la misma y la Navidad no nos cambia, no nos cambia porque Jesús no llega a nacer en el corazón. Porque se encuentra con un corazón duro e incapaz de sorprenderse, de conmoverse, con un corazón irreverente.

 

Charles Peguy decía: Hay algo peor que tener un alma perversa. Es tener un alma acostumbrada. Se ha visto de qué increíbles artimañas se vale la gracia para penetrar en un alma mala y hasta en un alma perversa, salvando lo que parecía perdido. Pero nunca se ha visto mojar lo que está barnizado, atravesar lo que es impermeable, empapar lo que está habituado. Se le puede echar toda el agua que se quiera, pues no se trata aquí de cantidad, sino de contacto. Si no hay contacto el agua no te moja.

 

¿TIENES TU UN ALMA ACOSTUMBRADA? ¿UN CORAZÓN IMPERMEABLE QUE YA NADA LO TOCA NI LO CONMUEVE?

 

DATE CUENTA EL MOMENTO QUE VIVES. Dios te quiere hablar, el Señor tiene algo que decirte en este tiempo de Adviento, en este momento de tu vida.

El Adviento y la Navidad tienen una magia especial, porque evocan la nostalgia por ese niño que alguna vez fuimos y sacan de nuestro interior lo mejor de nosotros mismos.

 

Hay un arma muy poderosa que usa Dios para meterse en ese corazón acostumbrado e impermeable, y es el arma de la ternura. Si tu le abres un resquicio, un cachito del corazón como decía el Papa a los jóvenes en Río, puedes experimentar la esperanza y el gozo de volver a empezar, de volver a nacer, de volver a confiar…

 

Que María, la Mujer de la Esperanza, la Mujer que sale al encuentro, la Mujer que escucha, la Mujer que se involucra, que se deja sorprender, nos ayude a vivir intensamente estos días de espera atenta y gozosa.

 

P. Juan Carlos Rivva