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HOMILÍA DEL VI DOMINGO DE PASCUA

Estamos ya culminando el ciclo pascual. La Iglesia nos invita a prepararnos para las dos grandes solemnidades de la Ascensión y Pentecostés los próximos domingos.

Jesús dice que El vuelve al Padre y le pedirá al Padre que envié otro Paráclito.

Parakletos: Alguien que es llamado para acudir al lado de otro y ayudarle: Se puede traducir por ayudador, asesor, abogado defensor, intercesor, o confortador, aquel que nos alienta, nos conforta y consuela.

En esta última acepción quisiera profundizar hoy.

En el Antiguo Testamento, Yahveh Dios es el gran Consolador de Israel.

Yo mismo soy el que os consuela (Is 51,12)

Como una madre consuela a sus hijos, así yo os consolaré. (Is 66,13).

Y por eso San Pablo habla del Padre como el Dios de toda paciencia y consuelo.(Ro 15,5)

Y este Dios Consolador se ha encarnado en Jesús, que es el primer Paráclito.

Vengan a mí los que están cansados y agobiados y yo os consolaré

El que les dice a sus apóstoles: Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde, confíen en Dios y confíen en Mí y les ofrece su Corazón para que puedan reclinar en El la cabeza.

El antes de subir al Padre, les promete otro consolador, otro defensor, otro protector que continúe su obra en medio de los suyos. El ES que estará siempre con vosotros.

El Espíritu Santo es la promesa y la prolongación de Jesús Resucitado.

Es el alma de la Iglesia, que la vivifica, consuela y fortalece, especialmente en medio de las persecuciones.

Interesante hacer dos comparaciones:

  1. La acción del Espíritu Santo con la acción del maligno.

San Ignacio nos enseña a discernir el Espíritu que viene de Dios del Espíritu del Mal, por el efecto que produce en nuestro interior. Mientras que el Espíritu de Dios suscita consolación, paz y gozo interior. El Espíritu del Maligno siembra en nuestro corazón la turbación, la angustia y la desolación

Mientras el Espíritu Santo es el Abogado Defensor; el maligno es el acusador.

El día del juicio el maligno buscará acusarnos y enrostrarnos nuestras miserias y caídas, mientras que el ES saldrá en nuestra defensa y le hablará al Padre de todo lo bueno que hemos hecho.

  1. Distinguir el consuelo del Espíritu Santo de los falsos consuelos que ofrece el mundo.

La consolación del Espíritu es verdadera, duradera y espiritual, mientras que la consolación del mundo y del pecado es falsa, efímera y carnal.

El mundo aflige el alma y consuela la carne, como un hospedero que atiende al caballo y descuida al caballero.

Muchas veces, frente a las tensiones y problemas podemos caer en la tentación de buscar alivio y consuelo en el pecado y en la carne. Pero eso lo único que produce es aflicción, vacío y tristeza.

El tercer Paráclito debemos ser nosotros mismos. Consecuencia práctica y operativa de ser consolados por Dios

Dios derrama su Amor en nuestros corazones para que nosotros sepamos llevar el amor y la misericordia a los demás. El ES nos consuela y nos enseña el arte de consolar. ¡Consolad, consolad a mi pueblo, dice el Señor!(Is 40,1)

San Pablo:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios (2 Cor 1,3-5)

El consuelo con que nosotros debemos consolar a los demás, no es un consuelo humano, sino divino. No es una palmada en la espalda, no es solo decirle a la gente: Animo, todo se va a resolver. Es hablar del amor de Dios, un amor que es más fuerte que la muerte, y transmitir la compasión afectiva y efectiva a los demás, con nuestras palabras, con nuestros gestos con nuestra oración.

El ES quiere consolar, defender, alentar, pero no tiene boca ni manos, ni ojos. Quiere usar nuestra boca, nuestras manos y nuestros ojos para dar cuerpo a su consuelo.

Padre Jurgen: En el velorio veía la conmoción y gratitud de tantas personas que venían a verlo y pensaba: ¡Cuánta gente experimentó a través de su sacerdocio el consuelo de Dios en sus vidas!.

San Francisco de Asís:

Que no busque tanto ser consolado, sino consolar.

Ser comprendido como comprender. Ser amado, sino amar.

Pidamos a María, que estas semanas podamos perseverar con Ella en oración para recibir al Espíritu Santo que nos consuela y nos llama a consolar.

Las ideas principales de esta homilía las he tomado del padre Cantalamessa.

Juan Carlos Rivva
Párroco