Domingo de la Semana 28 del Tiempo Ordinario. Ciclo C
Por la Obediencia y por la Gratitud se llega a la Fe
Paralelo entre la primera lectura y el Evangelio
En ambos casos se trata de la curación de la lepra. El leproso es considerado un hombre inmundo, impuro, pecador, maldecido o castigado por Dios. La lepra es signo de pecado.
Tanto en el caso de Naamán como en el caso de los leprosos del Evangelio no son sanados directamente.
Se les pide que confíen y obedezcan una indicación:
Anda y báñate siete veces en el Jordán le dice el profeta Eliseo a Naamán. Algo que parecía ridículo y al principio Naamán se resiste. Pero luego, es convencido de obedecer a la orden del profeta, de confiar en Dios, y alcanza así la curación.
Id y presentaos delante de los sacerdotes les dice Jesús a estos leprosos. El sacerdote expedía un certificado de que la persona estaba limpia de lepra y podía reintegrarse a la comunidad.
Quien no necesita ser sanado por el Señor. Quien no necesita clamar: Señor, ten compasión de mí…
El Señor nos ofrece su sanación a través de un signo, de un rito: el Sacramento de la Reconciliación.Anda y preséntate al sacerdote.
Muchas veces nos resistimos. Yo me confieso directamente con Dios.
Es necesario un primer acto de fe, confiar y obedecer a la Palabra de Dios que dice A quienes perdones los pecados les quedan perdonados para experimentar esa sanación.
El Señor no solo nos perdona, nos limpia, nos sana, sino que está siempre dispuesto a ayudarnos.
Pero cuando el Señor nos hace un favor, cuando nos ayuda, cuando pasa la crisis y nos sentimos más tranquilos, rara vez volvemos a agradecer.
Luego solo uno de los leprosos vuelve a agradecer a Jesús. Y quien es el que vuelve, el extranjero, aquel que quizás se sentía con menos derecho que los demás a ser sanado por Jesús y por eso estaba más agradecido. Volvió emocionado al encuentro de Jesús, se acercó a él, se postra de rodillas (gesto que reconoce la divinidad de Jesús) y en su corazón surgió la fe.
Por eso, en el fondo solo él quedó realmente sanado, porque no solo quedo limpio de la lepra exterior, sino también del pecado interior que estaba en la raíz de la lepra, y al reconocer a Jesús como su Salvador y darle gracias, pasó de estar lejos a estar cerca del Señor, se convirtió en discípulo.
Paso de la fe como simple confianza en el poder del Señor, a la fe como opción fundamental, como adhesión de todo su ser a Jesucristo.
Y lo mismo sucedió con Naamán. El después de ser curado quiere ofrecerle obsequios como signo de gratitud al profeta Eliseo, que este rechaza. Y reconoce que no existe otro Dios fuera de Yahveh y jura que nunca ofrecerá sacrificios a otro Dios que no sea el Señor.
De acuerdo a las estadísticas del Evangelio una de cada 10 personas es agradecida. Es curioso porque coincide con que 1 de cada 10 católicos viene a misa los Domingos. La Eucaristía es justamente Acción de Gracias.
¿Qué nos dicen a nosotros estas lecturas, como podemos aplicarnos hoy la Palabra?
Cuando se enferma un hijo, cuando ocurre una desgracia, allí sí venimos y le prometemos muchas cosas al Señor, promesas que cumplimos hasta que el Señor nos hace el favor. Y luego, sentimos que ya no necesitamos a Dios…
Y por eso no obtenemos la verdadera sanación que es la sanación del corazón por la experiencia de la FE.
Nos quedamos con los Milagros del Señor, pero no nos convertimos al Señor de los Milagros.
Qué importante es la gratitud. Santo Tomás enmarca la virtud de la gratitud como parte de la justicia; tiene por objeto reconocer y recompensar de algún modo al bienhechor por el beneficio recibido. Conviene aquí citar un texto clásico de Santo Tomás de Aquino acerca de esta virtud: «La gratitud tiene tres grados. El primero es que el hombre reconozca que ha recibido un beneficio; el segundo es que alabe al benefactor y dé gracias por el beneficio recibido; el tercero es que retribuya, a su debido tiempo y lugar, según sus posibilidades. Y viceversa, el vicio de la ingratitud también tiene tres grados: el primer grado es que el hombre no retribuya el beneficio; el segundo es que lo disimule, como restándole valor; el tercero y más grave es que no reconozca haber recibido beneficio alguno, sea por soberbia, por olvido o por alguna otra razón»
La gratitud es la virtud de los pobres, del que se reconoce necesitado e indigente delante de Dios. De quien se relaciona con Dios con la confianza de un niño, con la humildad de un mendigo, de aquel que sabe que todo lo que tiene en la vida lo ha recibido como un don.
Quien no es agradecido con Dios tampoco sabe ser agradecido con los demás, porque siente que todo lo merece, que en el fondo los demás están a su servicio.
Segunda lectura: ACUÉRDATE. Insistencia en recordar y no olvidar todos los beneficios y maravillas realizados por el Señor.
¿Eres una persona agradecida? ¿Cuándo alguien te atiende en una tienda, o la empleada del hogar te prepara la comida, le agradeces? ¿Buscas a Dios solo para pedirle o también para darle gracias, para alabarlo?
Que vivamos esta semana la virtud de la gratitud y la confianza en Dios y que ellas nos lleven a la Fe, que consiste en reconocer que nuestra vida está en las manos de Dios.