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Homilía – 29 de diciembre de 2013

SAGRADA FAMILIA 

Esta fiesta de la Sagrada Familia se celebra en la Octava de Navidad…
Jesús, El Emanuel, Dios con nosotros, al Encarnarse ha pasado de una familia divina a una familia humana.
Si la Encarnación supone asumir todo lo humano, si para Jesús nada de lo humano le es ajeno, es apenas lógico que El -como todos nosotros- tuviera la experiencia de formar parte de una familia.
Esta fiesta es muy apropiada para este tiempo, porque en estos días la mayoría de las familias se reúnen, pasan tiempo juntas, a veces los hijos que están lejos vienen a visitar a sus padres, o uno se reencuentra con los hermanos, los primos, los sobrinos. Como dice el Papa: Nos hace bien estar con nuestros seres queridos y construir una cultura del encuentro.
Por eso mismo, muchas veces se siente en estos días una nostalgia particular por el papá o la abuela que ya partió, o por el hermano que está lejos. O se experimenta un dolor profundo cuando estamos distanciados o en conflicto con las personas que más queremos.

Qué importante es la Familia!!!

La institución familiar es la célula fundamental de la sociedad. La familia es una institución natural, querida por Dios desde los orígenes de la humanidad y bendecida por Jesús a través del sacramento del matrimonio. Lo natural es que el hijo sea fruto del amor de un hombre y una mujer, unidos por el vínculo estable del matrimonio y que crezca rodeado por el afecto de sus padres. Ese es el ideal.
En la defensa de la familia se juega el futuro de la sociedad. Sin la familia la humanidad no tiene futuro…
Vemos como hoy la familia está siendo amenazada por tantos problemas y amenazas. Ataques que hunden sus raíces en las ideologías en contra de la familia: Desde Rousseau y la Ilustración Francesa que consideraba la familia como fruto de un convenio social y que el matrimonio era una restricción de la libertad humana, hasta los lobbies pro-matrimonio gay y pro-aborto de nuestros días.

En medio de una sociedad consumista en la que los padres experimentan la presión de tener que dedicarle más tiempo al trabajo que a los hijos, para poder “darles lo mejor”, y confiando la crianza de sus hijos al colegio o a la empleada del hogar.

En fin, no quiero hacer hoy un análisis de la crisis de la familia, pero si afirmar que hoy la familia experimenta una serie de amenazas que son reales, y que mantener un matrimonio unido y estable es cada vez más difícil.
La Iglesia nos invita a mirar a la familia de Jesús, esa pequeña familia de Nazareth, formada por José, María y Jesús…
Las lecturas nos han hablado hoy de una serie de virtudes domésticas que deberíamos vivir en nuestras familias, y que nos describen el ideal de una familia cristiana:
La primera lectura: Honrar al padre y a la madre… Respetarlos y cuidar de ellos en la vejez.
La segunda lectura: La familia como un cenáculo de amor… revestíos de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección.

Y luego habla de las relaciones fundamentales de toda familia: conyugalidad, paternidad, maternidad, filiación, fraternidad. Mujeres, respeten a sus maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que se vuelvan apocados.»
No es un ideal utópico ni inalcanzable, miremos a la Sagrada Familia… su vida no fue un cuento de hadas.

Jesús nació en condiciones infrahumanas, pero sus padres le respetaron el derecho a nacer en una familia estable en la que reina­ba la unidad y el amor. Dios en su designio, prescindió de todas esas comodida­des que hoy parecen imprescindi­bles;  pero no pres­cindió de una familia, porque sabía cuán importante es nacer y crecer en el calor de un hogar para la vida del ser humano.
Luego fueron desterrados y tuvieron que dejar todo  -su patria, su cultura, su trabajo- para salvar la vida de su hijo.

Dos elementos:
1a)     Jesús era el centro de sus vidas. El es la Piedra Angular. Si Jesús es el centro de una familia, la casa se puede tambalear, pero no se cae.

1b)     Inmensa confianza en la providencia… Actitud de escucha a los planes de Dios.

Oremos por nuestras familias, por todas las familias, aquellas que dolorosamente han experimentado la separación o el abandono. Todas esas familias que sufren –sin importar cual sea su situación- deben experimentar el amor maternal de la Iglesia.

Acompañemos a todas las familias, que hermoso es cuando una familia evangeliza otra familia, cuando un matrimonio evangeliza otro matrimonio.
Cuidemos esos vínculos de unión familiar… Que Jesús sea el centro de nuestros hogares y que como José y María confiemos siempre en la providencia divina.