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Homilía – 6 de octubre de 2013

Domingo de la Semana 27ª del Tiempo Ordinario. Ciclo C

  

Hoy meditaremos acerca de la fe.

La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado» (N. 1814). Tener FE es creer en Dios, creer en JESÚS

La fe puede ser entendida desde dos aspectos:

La FE objetiva que consiste en creer en ALGO, en un contendido, en asentir con la mente a aquellas verdades que Dios ha revelado a través de Jesús para nuestra salvación. Son esas verdades que profesamos cada vez que recitamos el CREDO, o cada vez que decimos AMÉN que quiere decir YO CREO.

La fe no es sólo creer en Jesús, sino que es también CREERLE A JESÚS, es la dimensión que podemos llamar subjetiva o personal de la fe. Es la fe entendida como confianza en el Señor, como entrega y abandono incondicional al Plan de Dios desde la voluntad y el corazón. Esta confianza inquebrantable en Dios se hace más difícil cuando el Señor nos pide cosas que humanamente parecen absurdas o imposibles: Es la fe de Abraham ante el sacrificio de su Hijo, es la fe de María en la Anunciación-Encarnación y en la Cruz, es la fe que Jesús les pide a los enfermos que acudían a El para ser sanados, es CREER QUE PARA DIOS NADA HAY IMPOSIBLE.

A ese aspecto de la fe nos habla hoy la Palabra de Dios:

La primera lectura, el pueblo de Israel enfrenta una situación de angustia y clama a Dios: ¡Hasta cuando clamaremos a ti sin que respondas! Pero Dios lo invita a confiar y esperar y les dice: El justo vivirá por la Fe.

El contexto del Evangelio es similar: Jesús les ha planteado grandes exigencias a sus apóstoles: No pueden servir a Dios y al dinero, deben dejarlo todo para seguirlo, deben cumplir hasta la última tilde de la ley, deben perdonar al enemigo hasta setenta veces siete. Y esto les parece muy difícil a los apóstoles, se escandalizan ante las palabras del Señor que parecen muy duras de aceptar.

Ellos tienen dudas, creen pero dudan. Y es entonces cuando surge la súplica: “Señor, auméntanos la fe”. Que el mismo clamor del ciego de nacimiento: “Señor yo creo, pero ayuda mi poca fe”.

Cuantas veces nuestra fe es puesta a prueba y también nosotros tenemos miedo y dudamos: Pruebas personales, enfermedades, problemas en el hogar, dificultades económicas, perder el trabajo, a veces rezamos y pareciera que el Señor no nos oye.

También nos confunde lo que sucede en la Iglesia. Junto con la alegría de ver como el Papa Francisco está renovando la Iglesia, y nos habla del amor de Dios, de la misericordia, de abrir las puertas a todos, de ir a las periferias a anunciar la Buena Noticia. También vemos pruebas y situaciones difíciles en la Iglesia en el Perú. Pecados de pastores que nos duelen, que nos avergüenzan. Una prensa que siempre busca el escándalo y que muchas veces confunde y pone a todos en un mismo saco.

También podemos caer en la tentación del temor, de la duda o del desaliento. También nosotros podemos decir como los apóstoles: Señor, auméntanos la Fe.

¿Qué le da consistencia a nuestra vida?

La raíz semita de la Palabra Fe es AMAN que significa algo «seguro, firme, confiable, fiel, estable, duradero, algo que sirve de apoyo y fundamento».

El Señor es mi Roca, mi Baluarte, mi Fortaleza, el Refugio donde me pongo a salvo…

Creer en Cristo es creer en la fidelidad de Cristo, en el amor incondicional de Dios que nos ha sido manifestado en Cristo Jesús. Creer en Jesucristo que ha fundado la Iglesia y que ha prometido que el poder del Infierno no prevalecerá sobre Ella.

Las personas a veces nos pueden fallar, nos pueden defraudar, pero Jesucristo permanece fiel, y en Él podemos poner nuestra confianza. No se trata ahora de desconfiar de las personas o de vivir en una cultura de la sospecha. Se trata de reconocer que los seres humanos son falibles y muchas veces no viven la fe que predican. Pero la Verdad de Cristo y el Amor de Cristo siguen siendo la Roca Inamovible sobre la cual se funda nuestra Fe. Yo sé en quién he puesto mi confianza y sé que es fiel a sus promesas.

El que no cree en Cristo, el que no pone a Cristo como fundamento, en realidad, funda su vida en otras cosas vanas y vacías: en el dinero, en el poder, en el placer, en sus propias capacidades, no quedará confundido.

Que en este mes morado, clausura del Año de la Fe, podamos como María poner toda nuestra confianza en el Señor. La Fe es un don y una responsabilidad. Pidámosle al Señor con humildad que nos aumente la fe, trabajemos por hacer crecer nuestra fe, por cuidar y reavivar el fuego de la gracia que el Señor ha derramado en nuestros corazones.

Recordemos lo que nos decía San Pablo hoy en la Segunda Lectura: Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de fortaleza, de amor y de buen juicio. No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor Jesucristo.