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HOMILÍA DE LA VIGILIA PASCUAL

¿Quiénes son las que van a sepulcro en el amanecer del domingo?

María la Magdalena, y la otra María… María la de Cleofás, estas mismas mujeres que habían estado al pie de la Cruz, acompañando a la Virgen María y al apóstol San Juan.

Son mujeres perseverantes, capaces de aguantar, capaces de no evadir y de resistir el peso de la prueba. ¡Qué importante son en la Iglesia las mujeres!

Quiero agradecer hoy a tantas mujeres de la parroquia que cuando los hombres nos cansamos, perseveran en la oración, en el amor al Señor, en el servicio discreto.

El rostro de estas mujeres que van al sepulcro es un rostro en el que se nota el desánimo, la tristeza, el cansancio.

El Papa Francisco nos dice que en el rostro de esas mujeres, tal vez podemos ver reflejado nuestros rostros. Tu rostro y el mío.

Rostros que hablan de heridas, de tantas infidelidades personales y ajenas, hablan de nuestros intentos y luchas fallidas. Nuestro corazón sabe que las cosas pueden ser diferentes pero, casi sin darnos cuenta, podemos acostumbrarnos a convivir con el sepulcro, a convivir con la frustración. Más aún, podemos llegar a convencernos de que esa es la ley de la vida, anestesiándonos con desahogos que lo único que logran es apagar la esperanza que Dios puso en nuestras manos.

Hace poco escuché una reflexión del padre Amadeo Cencini que habla de la diferencia entre perseverancia y fidelidad.

La perseverancia tiene un valor. Jesús dice, el que persevera hasta el fin de salva, pero no basta perseverar. Estas mujeres, como muchos de nosotros, no hemos abandonado al Señor, no hemos dejado de creer en la Iglesia, no nos hemos alejado de la parroquia ni de la familia espiritual en los momentos de crisis. Pero le hemos perdido el encanto a la vida cristiana, es como si hubiera pasado un terremoto o una inundación y nos ha dejado desolados. Seguimos caminando, perseverando, pero hemos perdido la alegría, la audacia, la creatividad, el horizonte.

En cambio, el hombre y mujer fiel, es la persona apasionada que carga de motivaciones nuevas su decisión de seguir al Señor. Es el que no se repite ni se repliega en sí mismo, sino que vive cada día la novedad del Evangelio. La fidelidad es creativa y es relacional, porque implica vivir cada día en relación con Aquel que está vivo, y que cada día me sorprende con su amor y cada mañana me dona algo nuevo, me pide algo nuevo, porque Dios no puede repetirse.

Nuestro apostolado solo será fecundo, si somos personas que no repiten formas o cliches aprendidos y que nos dan seguridad, que son capaces de volver a la esencia de la propia identidad y de renovarnos en el dialogo con un mundo cambiante. Pero sobre todo si brota de personas encendidas de amor al Señor, a la Virgen, a la Iglesia, que no solo buscan ser perseverantes sino fieles.

¿Qué pasó con estas mujeres, que partieron a toda prisa del sepulcro, gozosas a compartir la Buena Noticia con los apóstoles? ¿Qué pasó con estos apóstoles, que dejaron de estar encerrados, llenos de miedo y de tristeza, de vergüenza, y salieron valientes y alegres a predicar el Evangelio?.

Algo muy sencillo, se encontraron con Jesús Resucitado!!! Y esa experiencia transformó de una vez y para siempre sus vidas.

Y esa es la experiencia que yo le pido a Jesús y a la Virgen que nos conceda vivir en esta Pascua. Que pasemos de ser perseverantes a ser fieles, que pasemos de vivir encerrados en nuestras tristezas a vivir desplegando nuestros dones en el anuncio alegre del Evangelio.

Hace poco nos compartía Monseñor Javier del Rio a los sodálites unas palabras que yo quisiera compartir esta noche con ustedes, y que él mismo ha dicho que podemos citar:

“Hay personas de la comunidad y del Movimiento que me llaman o me escriben para preguntarme qué deben hacer, si deben salir del MVC o qué deben hacer. Y yo les pregunto: «¿tú te has encontrado con Cristo acá? ¿has encontrado cosas buenas?» Y además les digo: «si las personas buenas se van… ¿quién va a llevar adelante el cambio, la purificación, la renovación? Tienen que quedarse y seguir trabajando»”

“¡Tienen que lanzarse al apostolado! Mi recomendación es que hagan mucho apostolado. ¡Recuperar la parresía de antes! No pueden quedarse en la tristeza, que nos lleva a replegarnos, como los enfermos o los que se sienten mal, que se tienden a encorvar, a doblarse sobre sí mismos… No pueden detenerse por complejos o por vergüenza. Tienen que hacer como Jesús, Él predicaba, daba testimonio, curaba, hacía milagros, ¡y tiraba para adelante! Cuando algunos lo abandonan no regresa, no le baja la varilla ni modera el discurso, sino que les pregunta de frente a los que tenía más cerca si ellos también se querían marchar, ¡y seguía adelante, tiraba para adelante. Tienen que tener ese coraje y valentía, ese impulso apostólico con el que los conocí en los primeros años”

Queridos hermanos, nuestro carisma, nuestra familia espiritual es un tesoro, que quizás muchos de ustedes han percibido en estos días de Semana Santa: en la liturgia, en los retiros, en el compartir fraterno, en los cantos. Démosle gracias al Señor con humildad, pero también con un sano orgullo por ese tesoro, que Dios nos ha regalado, no para enterrarlo, sino para compartirlo con los demás.

Juan Carlos Rivva

Párroco