No tengo como pagar tantas bendiciones que Dios me ha dado a lo largo de la vida y especialmente este año. Una bendición muy especial ha sido la hermosa peregrinación que hicimos a Tierra Santa con algunos fieles de la parroquia.
El primer día cuando la autopista iba al lado del Monte Carmelo, una cadena montañosa- me llamaron la atención unos orificios que se veían en la montaña, el guía nos explicaba que el viento y la lluvia formaba estas cavernas. Y resulta que ermitaños carmelitas han habitado esos orificios grandes, que abundan en todo el Medios Oriente.
Cuando llegamos a Belén comprendí como aconteció el misterio de la Navidad. La ciudad de Belén estaba saturada de gente y en las colinas de Belén el viento y la lluvia forma una grutas, que son cavernas muy grandes en las que cabe mucha gente. De hecho los pastores suelen usar esas cavernas para pernoctar por la noche.
Los forasteros que llegaron a Belén con ocasión del censo, en la época de Jesús, se alojaban en estas grutas, donde hacían fogatas, comían y departían. Al fondo de la gruta dejaban los animales, en el rincón más oscuro y apartado. Queridos hermanos, esto es el verdadero concepto del «establo» del que tanto hacemos mención en este tiempo. El establo donde nació Jesús fue, seguramente, una gruta oscura y distanciada de la ciudad. Al llegar José a una de estas grutas, porque no había alojamiento en la ciudad, y ver que su esposa estaba a punto de dar a luz, prefirió irse al fondo de la gruta, en aquel rincón más apartado. Prefirió que su esposa naciera en aquel rincón oscuro y maloliente, pero cálido por el calor de los animales, que exponerla a la curiosidad de la gente.
La Navidad tiene una dimensión familiar, comunitaria: la cena que se comparte, los abrazos, los regalos, los cohetes, los saludos por redes sociales. Pero debe tener una dimensión también personal e íntima: A veces también el nacimiento está en un rincón de nuestra casa, lejos de la comida, del ruido, de la música. Oh quizás tienes un pequeño pesebre en tu habitación.
Que bueno si esta noche en algún momento te vas a ese rincón para estar a solas con Jesús, para tener una experiencia de encuentro con Él, y lo contemplas con los ojos de María, y te maravillas por ese amor tan grande de Dios, por el misterio de la Encarnación que es la bendición de todas las bendiciones, el regalo entre todos los regalos: Dios con nosotros.
Hoy me preguntaba una persona, qué hacer delante del niño, y yo le decía: Él te mira y tú lo miras, Él te habla y tú le hablas, Él te ama y tú lo amas. Eso es lo que tenemos que hacer, nada más.
A veces también nuestro corazón se parece a esas grutas en las colinas de Belén. Hay una parte de nuestro corazón que es pública, que todo el mundo conoce. Esa parte en la que compartimos, conversamos, hacemos bromas, somos exitosos y nos felicitamos unos a otros por lo buenos que somos. Pero todos tenemos también en nuestro corazón un rincón privado y oculto. Un rincón en el que estamos a solas con nuestra conciencia, un rincón profundo, que anhela encontrarse con Dios, pero que muchas veces es el rincón donde ponen su morada las bestias, un rincón que muchas veces es oscuro, porque vivimos en las tinieblas del pecado. Y es justamente en ese rincón donde quiere nacer el Señor.
Jesús no necesita luces, ni cenas suculentas, ni regalos costosos. Lo único que necesita el Señor es un corazón bien dispuesto. Y no importa si tu corazón no es un corazón limpio y puro como el de María o un corazón noble y generoso como el de San José. Lo más importante es que sea un corazón pobre, un corazón que quiera amar de verdad y que este cansado de saciar esa sed de amor en las aguas turbias del pecado.
Al Señor le basta una mirada, una palabra, un suspiro, una plegaria, para derribar la puerta de nuestro egoísmo e indiferencia y transformar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne… Transformar nuestro rincón oscuro y maloliente, en un palacio luminoso y radiante en el que pone su morada el Verbo de Dios.
No importa lo que estés viviendo, Jesús puede llenar tu corazón de paz y alegría en esta noche santa. Como dice San Leon Magno: Alégrese, pues, el justo, porque se acerca la recompensa; regocíjese el pecador, porque se le brinda el perdón; alégrese el triste porque llega su consuelo, alégrese el pagano, porque es llamado a la verdad y a la vida
Que esta noche puedas ir al rincón de tu casa, de tu habitación, y que no tengas miedo de dejar que María y José ingresen al fondo de tu corazón, porque allí quiere nacer el Señor. Amén.