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Homilía del domingo 20 de julio de 2014

¿Cuál es el campo del Señor? El campo es el mundo, la Iglesia, la familia y cada corazón humano. Y en ese campo es donde Dios quiere siempre sembrar la semilla del bien que es el trigo.Pero en el campo de Dios, no solo hay trigo, sino también cizaña.

Es evidente que en el mundo existe mucho mal: Basta leer las noticias: Un avión de pasajeros derribado en medio de una guerra, cientos de civiles inocentes que mueren desde hace años en el conflicto árabe-israelí, tanta corrupción y ambición en la sociedad, e incluso dentro de la Iglesia. ¿De dónde surge tanto mal?

Dios no quiere el mal, Dios ha creado al hombre para el bien, para ser feliz. El mal surge como consecuencia del pecado del hombre, del mal uso de la libertad. Y, hoy Jesús dice tajantemente: La cizaña son los partidarios del Maligno, y el enemigo que la siembra es el diablo.

El mal es fruto del pecado del hombre, pero es fruto también de ese ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor, que existe y que actúa en el mundo: El diablo.

Frente a la presencia del mal existen tres tentaciones:

a)  Tentación del puritanismo:
De creer que el mundo se divide en hombres buenos y malos, en puros y pecadores. Y creer que yo estoy en el lado de los buenos, porque no mato, no robo, no cometo pecados graves.

Queridos hermanos, si yo veo mi interior tengo que reconocer que la cizaña no solo está en la sociedad, en la Iglesia, sino también en mi corazón. Que en todos nosotros conviven el trigo y la cizaña: Todos tenemos virtudes y vicios, buenos y malos pensamientos y sentimientos, actos buenos y actos malos, algunos nos enorgullecen y otros nos avergüenzan. Entonces, ¿quién soy yo para tirar la primera piedra?

Además no es tan fácil distinguir la semilla del trigo de la semilla de la cizaña. Son semillas parecidas. Por eso, debemos ser muy prudentes cuando juzgamos o condenamos a una persona. Hay que reconocer el mal, no hay que caer en relativismos morales, no hay que  llamar bien al mal ni mal al bien. Pero siempre con la conciencia de que todos estamos heridos por el  pecado, y que solo Dios conoce el corazón de cada persona.

b) Impaciencia: Tratar de arrancar como sea la cizaña. Como Dios no hace nada, nos tomamos la  justicia con nuestras manos y pagamos con la misma moneda a los que siembran el mal y la muerte. Cuando uno responde al mal con mal, a la violencia con violencia, deja de ser trigo y se convierte en cizaña. ¡Solo se puede vencer al mal con el bien!

Dios no arranca la cizaña, porque Él es paciente con el hombre, siempre está esperando que  cambie y se convierta, que la cizaña se transforme en trigo.  Como dice la primera lectura: Tú gobiernas el mundo con indulgencia y das a tus hijos la dulce esperanza de que en el pecado, siempre hay lugar para el arrepentimiento.

c) Desaliento y la desesperanza: Es creer que la cizaña va a crecer y va a ahogar el trigo. Creer que el mal va a vencer al bien, y yo mismo descubrirme atrapado por mis pecados. Normalmente, el mal hace más bulla, pero no es más poderoso que el bien. Recordemos que por cada policía corrupto, habrán muchos otros que cumplen silenciosamente su deber.

¿QUE DEBEMOS HACER?

Seamos pacientes, no dejemos que crezca la cizaña y más bien, hagamos crecer el trigo. Recordemos que la importancia y lo más valioso está en las cosas pequeñas, en ese grano de mostaza que crecerá infinitamente. El reino de Dios crece por los actos pequeños de cada día. Para construir el Reino no es necesario tener recursos, sino la fidelidad en lo pequeño.Y cuando vives la caridad, cuando vences una tentación, cuando sirves en tu hogar, está creciendo el Reino.

El mal y el bien estarán en lucha hasta el fin de los tiempos, pero el mal no puede triunfar sobre el bien, la mentira no puede acallar la verdad, la cizaña no puede destruir el trigo, porque Jesús nos ha prometido que las puertas del Infierno y de la Muerte no podrán destruir a su Iglesia.

Que María (aquella que fue la tierra fértil, en la que no había ninguna cizaña: Inmaculada) nos ayude a tener esperanza, en medio de las dificultades y a perseverar haciendo el bien.