El 58% de los peruanos sufren de estrés, y más aún las mujeres que los hombres. A raíz de este dato publicado por una encuestadora, han surgido muchos consejos sobre el estilo de vida que debemos llevar. Es muy común hablar hoy en día acerca del «estilo de vida» que debemos llevar. Tanto es así que cuando queremos conocer a una persona nos preguntamos «¿Cómo será su estilo de vida? ¿A qué dedica su tiempo?».
Sin embargo debería fluir en nuestras mentes una pregunta mucho mejor: ¿Cuál era el estilo de vida de Jesús?
Él recorría toda Galilea, predicando el Evangelio del Reino y expulsando a los demonios.
Y precisamente, hoy, San Marcos nos cuenta con mayor detalle un día habitual en la vida de Jesús: Nos relata una escena de mañana, donde Jesús se encuentra predicando en la sinagoga. Después, en la tarde, se encuentra en la casa de Pedro, curando a su suegra. Y después, en la noche, Jesús sana enfermos, a una multitud de enfermos.
Nos cuenta el Evangelio que luego de unas horas de sueño, el Señor se levanta, antes que salga el sol, y se va a un lugar retirado a orar. No sabemos cuál era el contenido de su oración, pero es muy interesante lo que sucede después: Todo el mundo te busca…Vamos a otro lugar, que para eso he venido.
Ha sido un día intenso, seguramente está agotado. A veces creemos que para Jesús sanar un enfermo, o para un sacerdote confesar a un penitente es como para Superman volar o cargar un carro. Pero nos dice el Evangelio que Jesús se compadece de cada persona, siente como propios los dolores, las angustias y las esperanzas de cada persona, y percibe el poder del pecado y del maligno. El Señor como cualquiera de nosotros, se cansa, se preocupa, se conmueve, pero no pierde la paz.
Jesús tenía una vida muy intensa, desplegaba una actividad impresionante, vivía totalmente entregado a los demás, gastándose y desgastándose en el cumplimiento de su misión. Sin embargo, Jesús no era un activista. Su actividad no era febril, ni dispersa o irreflexiva. El vivía siempre en la presencia del Padre y siempre procurando cumplir en cada instante la Voluntad o el Plan de su Padre.
El Señor Jesús nos enseña con su ejemplo la importancia que tienen esos momentos fuertes de encuentro con Dios, “robándole horas al día” para dedicarle un tiempo al diálogo íntimo con el Padre. Era tan impresionante el testimonio de oración que daba, que los apóstoles le dicen espontáneamente, Señor enséñanos a orar.
La oración no lo aleja de la actividad, pero en la oración, el discierne sus prioridades y busca orientar toda su actividad según el Plan de Dios.
Por eso, cuando Pedro lo urge a regresar a casa, porque mucha gente lo reclama y lo necesita, El responde: «vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues “para eso he venido».
No se deja llevar por lo urgente, por la tentación de atender a lo inmediato, de buscar el éxito o el protagonismo en medio de la gente que lo busca.
El sabe que su prioridad no es curar a los enfermos de sus males ni satisfacer la curiosidad de las multitudes, sino anunciar la Buena Nueva de la Reconciliación, y prioriza su acción de acuerdo a la misión que el Padre le ha encomendado.
También nosotros tenemos una misión que cumplir en la vida: El hombre está en esta tierra cumpliendo un oficio, la vida es una eterna milicia.
También cada uno según su vocación tiene muchas cosas que hacer: Ir a la oficina, atender un viaje de negocios, recoger a los hijos, ir a la reunión en el colegio… A veces también nos pasa como a Jesús, que no tenían tiempo ni para comer.
También nosotros estamos llamados a ser como Jesús: Evangelizadores. El ser evangelizadores, el ser apóstoles, el ser misioneros no es algo optativo, es un deber que nos incumbe, es una misión que Dios nos encomienda. San Pablo: Ay de mí si no Evangelizo.
Estamos llamados como Jesús a ser personas activas, a asumir responsabilidades, a involucrarnos, a comprometernos con él hermano. Pero no a caer en el activismo, en el stress, en transmitir una sensación de estar siempre agobiados o sobrepasados.
Estamos llamados a vivir la espiritualidad de la acción. Estar en presencia de Dios e irradiar la paz y la caridad de Cristo en nuestro trato con los demás. A tener ese señorío personal, ese silencio para discernir en cada momento el Plan de Dios.
También necesitamos de esos momentos fuertes de oración, de esa disciplina para la vida de oración, para examinar nuestro quehacer.
María, la Mujer que supo reconciliar la oración y la acción, nos ayude a vivir la espiritualidad de la acción: Oración para la vida y el apostolado, vida y apostolado hechos oración.