El domingo pasado meditábamos en los Reyes Magos, quienes sintieron una llamada divina a través de la misteriosa estrella y unidos por la esperanza, emprendieron la fascinante aventura de buscar al Rey de los Judíos, nacido en Belén.
Hoy, al comenzar el tiempo ordinario, San Juan, apóstol y evangelista nos relata la historia de su propia vocación, cuando él junto con su amigo Andrés, conocieron a Jesús y se convirtieron en sus discípulos y apóstoles. Es Juan Bautista quien les señala a Jesús como el Mesías que estaban esperando, como el Cordero de Dios.
Se inicia este diálogo bellísimo: ¿Qué buscan?, Maestro, ¿dónde vives?, Vengan y lo verán. Un diálogo que concluye con una experiencia, con una decisión: Fueron y se quedaron con El. San Juan, siendo ya anciano, recuerda muchísimos años después: Eran las 4 de la tarde. Y el relato concluye con el impulso irresistible de compartir la experiencia: Andrés va a buscar a su hermano Simón, para llevarlo al encuentro del Señor.
Vemos aquí las 4 etapas de toda vocación: Buscar, conocer, permanecer y anunciar.
Quiero compartirles que he estado de retiro de silencio esta semana, en mis ejercicios espirituales anuales, y ha sido una ocasión muy hermosa para estar con el Señor. Lo más importante en todo retiro son los momentos de encuentro con Jesús en la Eucaristía y en la visita al Santísimo. Momentos para decirle a Jesús como Samuel: Habla Señor que tu siervo escucha.
Momentos en los que uno puede revisar su propia vida, hacer un examen de conciencia del año transcurrido, mirar con gratitud las bendiciones del Señor y con dolor los propios pecados y negligencias. Pero, sobre todo, momentos para experimentar su amor incondicional que me renueva su llamado y poder renovarle mi propio amor y decirle como Pedro: Señor tú sabes todo, tú sabes que te quiero.
En medio del retiro me enteré de la noticia inesperada del nombramiento de Monseñor Noel Antonio Londoño como Comisario de la Santa Sede para el Sodalicio. Como dicen las noticias, de manera quizás un poco llamativa: el Vaticano interviene al Sodalicio.
Al principio sentí un poco de desconcierto, confusión y tristeza; pero gracias a la lectura sobrenatural que te permite hacer un retiro, fue surgiendo en mí una experiencia profunda de paz, confianza en Dios y gratitud frente a sus planes.
Justamente el tema del retiro este año ha sido el Padre Nuestro, y una de las meditaciones que más me tocó fue: Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Cómo hemos proclamado en el Salmo: Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad.
El Sodalicio ha surgido en el seno de la Iglesia y para servir a la Iglesia en su misión apostólica. Somos hijos de la Iglesia, y debemos renovar con humildad nuestra adhesión filial al sucesor de Pedro y nuestra confianza en nuestra Santa Madre Iglesia.
Debemos estar agradecidos con nuestra Santa Madre Iglesia que quiere cuidarnos más de cerca y ayudarnos a vivir con mayor fidelidad nuestro carisma y el proceso de renovación y reforma que hemos emprendido.
Y ahora que vamos a bendecir la capilla del Santísimo y a la luz de este hermoso Evangelio, pienso que el Señor nos hace también a cada uno de nosotros esta pregunta: ¿Qué buscas? ¿Qué es lo realmente esencial en nuestra vida? ¿Qué es lo que le da sentido a tu vida, lo que realmente importa?
Que importa, que interesa la buena fama, la opinión de la gente, el prestigio, el éxito, el poder, el dinero, la salud, las comodidades, al final del día todo eso es tan relativo: Podemos tenerlo o no tenerlo. ¡Donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón!. Si apegamos el corazón a estas cosas, se pueden convertir en ídolos.
Viene a mi mente el pasaje de Marta y María, cuando Jesús le dice a Marta: Andas inquieta y nerviosa por tantas cosas, María ha elegido la parte mejor y nadie se la quitará.
Ese tesoro, esa parte mejor es el Señor, el estar unido a Jesús que debe ser el centro de mi vida. Jesús que nos dice: No temas, ven a Mí cuando estés cansado o agobiado. Busca el Reino de Dios y su justicia y el resto se te dará por añadidura.
Por eso queridos hermanos, también nosotros busquemos al Señor, conozcamos al Señor, permanezcamos con el Señor y anunciemos al Señor. Y sobre todo, confiemos en el Señor, con la certeza de que nada nos puede separar del amor de Dios, si permanecemos unidos a Él.
Y salgamos esta semana con inmensa alegría a recibir al Papa Francisco, el Vicario de Cristo en la tierra.
Que María, la mujer de la fe firme y de la esperanza paciente, nos ayude a centrar nuestra vida en el Señor, a hacer todo el bien que podamos a los demás, y en las diversas circunstancias de la vida, decirle como Ella: Hágase en mí, según tu Palabra.
Juan Carlos Rivva
Párroco