Hay tres misterios fundamentales de nuestra fe y que desafían a la razón humana, que vamos a intentar comprender a lo largo de estos días.
El primero es que Dios pueda morir crucificado.
El segundo es que un hombre pueda resucitar de entre los muertos.
Y el tercero es que la muerte de ese Dios y la resurrección de ese hombre, puedan actualizarse, hacerse presentes hoy, por la celebración de la Eucaristía.
El Dios que murió crucificado y el hombre que resucitó de entre los muertos, es la misma persona, Jesús de Nazaret, el Cristo, el Hijo de Dios que se hizo hombre. Y por ello, su muerte nos salva del pecado y de la muerte y su resurrección nos da la vida eterna.
Y los frutos infinitos de su muerte y resurrección llegan a nosotros por la celebración de la Eucaristía, que el instituyó la víspera de su muerte.
Que la Virgen María nos conceda profundizar en estos misterios pascuales y recibir los frutos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús en estos días.
¿Qué tengo que hacer para vivir una buena Semana Santa? Vivir una experiencia pascual. Morir y Resucitar. Pasar con Cristo de lo antiguo a lo nuevo, del pecado a la gracia.
La Palabra Pascua viene del hebreo pesah que significa pasar dando saltos, saltar un obstáculo.
¿Cuál es el salto que Dios nos pide dar en esta Semana Santa? ¿Qué debemos hacer para pasar con Cristo a una vida nueva?
Jueves Santo: Paso del ser servido a servir… Paso del egocentrismo a la entrega generosa a los demás.
Viernes Santo: Paso del dolor y la muerte que destruye; al dolor y la muerte que engendra vida.
Domingo Pascual: Paso del temor que nos encierra a la valentía del anuncio que nos despliega.
JUEVES SANTO: El paso del ser servidos a servir.
Jesús en la Ultima Cena va a dar a los apóstoles un poder divino maravilloso: Los va a instituir sacerdotes, para que puedan celebrar la Eucaristía y así perpetuar el sacrificio que Ël habría de consumar al día siguiente. Luego de consagrar el Pan y el Vino en su Cuerpo y Sangre por primera vez, les dice: HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.
Y para que entiendan como deben usar ese poder, realiza el gesto del lavatorio de los pies, que era la tarea propia de los esclavos ante un invitado importante. ¿Comprender lo que he hecho con ustedes?
Si el Señor entrego su vida por nosotros, también nosotros debemos entregar la vida por los hermanos. Si el Señor nos ha perdonado a nosotros, también nosotros debemos perdonar a los que nos han ofendido.
Y nosotros debemos amar como Jesús nos ha amado, ese es el mandamiento nuevo. Y como nos ama el Señor, con un amor hasta el extremo, con un amor sin límites, hasta derramar la última gota de su sangre, Jesús nos ama hasta el final.
Y el gran don de amor que el Señor nos deja es la Eucaristía: Su Cuerpo entregado y su Sangre derramada por nosotros, que se nos da como Pan de Vida Eterna en cada comunión y que se queda con nosotros en el sagrario.
Jesús así nos recuerda que la vida se nos ha dado para entregarla, para gastarla en la donación generosa a los demás. Lo que no se regala, se pierde.
Salir de esta cultura que nos educa a ser egocéntricos, a pensar siempre en mí, en mi interés, en lo que yo quiero, en lo que me provoca… Para vivir la cultura del amor, en una vida de oblación generosa a Dios y a los hermanos, donde el que quiera ser el primero, debe ser el último de todos y el servidor de todos.
Esta actitud servicial y entregada la debemos vivir especialmente los sacerdotes, pero también todos los cristianos. En eso sabrán que son mis discípulos: En la manera como se aman los unos a los otros.
Hoy con profunda emoción he renovado mis promesas sacerdotales. Le doy gracias al Señor por el don inmerecido de mi vocación… Que detalle Señor has tenido conmigo, cuando me llamaste, cuando me elegiste, cuando me dijiste que Tú eras mi amigo. Y ahora también con profunda emoción voy a lavar los pies de un grupo de ustedes, pidiéndole al Señor que no sea un gesto hipócrita, sino que exprese ese paso, ese salto del egoísmo al servicio que debemos vivir todos en nuestra hermosa familia parroquial.
Juan Carlos Rivva
Párroco