Velad, vigilad, estad despiertos, estad atentos. Estas son palabras que repite una y otra vez Jesús en el Evangelio y que vamos a escuchar a lo largo de este tiempo de adviento. Entonces nos preguntamos ¿Por qué debemos estar vigilantes?
La actitud de vigilia o de custodia, puede tener dos connotaciones:
- Una negativa: Hay que estar vigilantes frente al ladrón que quiere venir a robar el tesoro, frente al lobo que viene por la noche para atacar el rebaño. Este ladrón o este lobo es el maligno, que quiere nuestra perdición, que quiere robarnos el tesoro que tenemos ofrecido al Señor. El maligno ronda como león rugiente buscando a quien devorar. Es el ladrón que no entra por la puerta, sino que busca saltar el muro o hacer un boquete para robarnos ese tesoro.
- Una vigilancia positiva: Aguardar la venida del Señor, como el siervo bueno y fiel que vive aguardando el regreso de su Señor para rendirle cuentas de su administración.
Quizás un ejemplo nos ayude a entender mejor este doble sentido de la Vigilancia:
Un esposo que emprende un largo viaje para recibir una herencia y deja a su esposa al cuidado de su hogar: de sus hijos, de su casa, del patrimonio familiar. La invita a ser fiel, a estar atenta y vigilante. Si el esposo tarda, la esposa puede sentirse deprimida, sola, tentada. Pero tiene que mantenerse fiel y no se deja seducir por los amantes, por los ídolos que quieren arrebatar el corazón. ¡Qué alivio!, ¡qué gozo!, ¡qué paz debe sentir esa esposa cuando ve que vuelve el esposo!
La Iglesia es la Esposa y la Madre que espera vigilante en este tiempo de Adviento la venida de Jesús. Con esa tensión y ese anhelo que describe hoy Isaías en la primera lectura: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!
La Iglesia habla de tres venidas de Jesús: pasado, presente y futuro.
- Pasado: Recordamos con gratitud su primera venida, cuando Dios se hizo hombre y vino en la humildad de nuestra carne para salvarnos del pecado.
- Futuro: Aguardamos con Esperanza la segunda venida de Cristo, cuando vuelva con gloria al final de los tiempos para juzgar a vivos y muertos. Esa venida futura del Señor se concretará para mí en el momento de mi muerte.
- Entre la primera y la última, Jesús sigue viniendo en el presente: Celebramos con gozo esa venida intermedia del Señor que llega hoy a cada corazón que lo recibe con fe y humildad.
- Viene en la celebración litúrgica: Que actualiza los acontecimientos del pasado (eterno hoy). Cada eucaristía es un adviento.
- Viene en cada persona y cada acontecimiento. Las visitas de Dios nos inesperadas, y el Señor toca a la puerta en las más diversas situaciones: la muerte de un amigo, una enfermedad, una lectura, una película, una conversación, el contacto con los pobres que sensibiliza nuestro corazón.
¿Para qué viene Jesús? ¿Cuál es el fin de su venida? Jesús viene para salvarme, viene para reconciliarme. Viene para ofrecerme su Amor. Y por eso nosotros nos mantenemos en una actitud de espera. Pero analicemos esta espera:
- Esperanza pobre: La primera actitud es reconocer que necesito ser salvado, que necesito ser reconciliado. Yo no me puedo salvar por mí mismo, a punta de esfuerzo o de promesas que nunca llego a cumplir. La salvación es un regalo que yo tengo que recibir como un mendigo.
La actitud del Adviento fundamental es la de la pobreza. Lo contrario del pobre, es el soberbio, el suficiente, el rico que dice yo estoy bien, yo todo lo tengo, nada me falta.
- Esperanza activa y perseverante: Clave del Adviento es la fidelidad en las cosas pequeñas de cada día. Por eso el Adviento nos invita a ser sobrios, ser austeros, a no ponernos en ocasión de pecado: nada de comilonas ni borracheras. No nos dejemos llevar por el consumismo que quiere arrebatarnos el tesoro de la Navidad y que a cambio de la esperanza cristiana, nos ofrece esperanzas mundanas, espejismos que seducen el corazón pero que no lo sacian.
- Es una esperanza alegre: Alegre en medio de las dificultades, porque sabemos en quien hemos puesto nuestra confianza. Sabemos que El es Fiel, y que El nos mantendrá firmes hasta el final. Una Esperanza que vive la alegría del compartir desde la propia pobreza y el gozo de la comunión con los demás en los pequeños detalles de cada día.
Oremos para que María la Mujer de la Esperanza, de la Esperanza Pobre, de la Esperanza perseverante, de la Esperanza Alegre, nos ayude a vivir un buen Adviento.