La parábola del trigo y la cizaña o mala hierba nos habla de la presencia simultánea del bien y del mal en la sociedad, en la Iglesia, en la familia y en cada corazón humano.
Sabemos que Dios no quiere el mal. El mal surge como consecuencia del pecado del hombre, del mal uso de la libertad. Hoy Jesús dice que la cizaña fue sembrada por el enemigo que es el diablo.
Frente a la presencia del mal existen tres tentaciones frecuentes: El puritanismo, la impaciencia y la desesperanza.
a) Tentación del puritanismo:
Consiste en creer que el mundo se divide en hombres buenos y malos, en puros y pecadores. Y de manera farisea me ubico en el lado de los buenos y me escandalizo ante la presencia del mal en los demás.
Pero si yo miro mi interior y hago un sincero examen de conciencia tengo que reconocer que en mi corazón conviven el trigo y la cizaña: Todos tenemos virtudes y vicios, buenos y malos pensamientos y sentimientos (la vanidad, la envidia, el resentimiento, la lujuria). Todos hemos cometido y cometemos actos buenos que nos enorgullecen y actos malos que nos avergüenzan, y que tal vez sólo nuestro confesor conoce. Por eso dice Jesús: El que esté sin pecado que tire la primera piedra.
Además no es tan fácil distinguir la semilla del trigo de la semilla de la cizaña… Son semillas parecidas. Por eso, debemos ser muy prudentes cuando juzgamos o condenamos a una persona.
Nadie hay tan santo que no tenga pecados de los que arrepentirse y malas inclinaciones que combatir, así como nadie es tan pecador que no pueda cambiar y convertirse.
Ojo, no se trata de relativizar el mal. El mal hay que reconocerlo y censurarlo. No se puede llamar bien al mal ni mal al bien. Pero siempre con la conciencia de que todos estamos heridos por el pecado, y que solo Dios conoce el corazón y las intenciones de cada persona. Por eso, solo Dios puede separar la cizaña del trigo. Y muchas veces, prefiere esperar.
b) Tentación de la Impaciencia: Consiste en arrancar como sea la cizaña. Como ni Dios, ni el Estado, ni la Iglesia hacen nada, nos tomamos la justicia con nuestras manos y pagamos con la misma moneda a los que siembran el mal y la muerte: Ojo por ojo, diente por diente.
Pero, cuando uno responde al mal con el mal, a la violencia con la violencia, deja de ser trigo y se convierte en cizaña. Como dice San Pablo: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien.» (Rom 12,21).
Dios no arranca la cizaña, porque El es paciente con el hombre, siempre está esperando que cambie y se convierta, que la cizaña se transforme en trigo. Como dice la primera lectura: Tú gobiernas el mundo con indulgencia y das a tus hijos la dulce esperanza de que en el pecado, siempre hay lugar para el arrepentimiento.(Sab 12,19)
c) Desaliento y la desesperanza: Creer que la cizaña va a crecer y va a ahogar el trigo. Creer que el mal está avanzando y el bien desapareciendo. Muchas veces esta tentación surge en uno mismo, cuando me descubro atrapado por mis pecados e incapaz de vencer mis vicios.
El mal hace más bulla, muchas veces es más notorio, pero no es más poderoso que el bien. Dios no se queda mirando el mal en nosotros, el Señor siempre mira el bien que es aquello que yo soy esencialmente.
Por cada policía corrupto, hay muchos otros que cumplen silenciosamente su deber.
Y lo mismo podemos decir de los sacerdotes.
Alguien comparaba a los sacerdotes con los aviones: Todos los días cumplen con su itinerario, despegan y aterrizan llevando pasajeros, pero basta que caiga uno para que sea titular en todos los noticieros.
QUE DEBEMOS HACER
Ser pacientes, no dejar que crezca la cizaña y hacer crecer el trigo en nuestro corazón. Desterrar con paciencia todos los pensamientos, sentimientos y actitudes que envenenan nuestra alma.
La parábola del grano de mostaza nos recuerda la importancia de las cosas pequeñas.
El Reino de Dios crece por los actos pequeños de cada día.
La pequeña hostia consagrada contiene un poder y una fuerza que es mucho más grande que todos los imperios y recursos del mundo.
Cuando vives la caridad, cuando vences una tentación, cuando sirves en tu hogar, cuando eres constante en tus prácticas espirituales estás instaurando el Reino de Cristo.
El mal y el bien estarán en lucha hasta el fin de los tiempos, pero el mal no puede triunfar sobre el bien, la mentira no puede acallar la verdad, la cizaña no puede destruir el trigo, porque Jesús nos ha prometido que las puertas del Infierno y de la Muerte no podrán destruir a su Iglesia.
Que María -Aquella que fue la tierra fértil, en la que no había ninguna cizaña por ser Inmaculada- nos ayude a tener esperanza, en medio de las dificultades y a perseverar obrando el bien con paciencia y constancia.