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HOMILÍA DEL XVII DOMINGO T.O.

La fe en Jesucristo es el tesoro escondido y la perla preciosa.

En estas parábolas Jesús nos propone el mejor negocio del mundo: El negocio de la vida cristiana. Una vez Pedro, que era un judío comerciante de peces, y como tal tenía mentalidad de negociante, le preguntó a Jesús: Maestro, nosotros hemos dejado… ¿Qué vamos a recibir a cambio? Y Jesús le ofreció el ciento por uno en esta vida y en la vida futura la felicidad eterna.
No existe ninguna inversión que pueda ofrecernos esa rentabilidad. Cien veces el capital que invertimos en esta vida y luego la felicidad eterna. Por eso, seguir a Cristo es el mejor negocio del mundo.

Pero ciertamente es un negocio arriesgado, primero porque tenemos que invertir todo nuestro capital, y segundo porque no tenemos ninguna garantía, sino la palabra de ese socio que nos dice: Confía en mi palabra, no tengas miedo yo no te voy a defraudar.

Existe sí un aval: El testimonio de tantos que lo apostaron todo por Cristo, y encontraron la felicidad.

Para adquirir el tesoro escondido y la perla preciosa es necesario buscar apasionadamente al Señor, tener la experiencia de encontrarse con El, estar dispuesto a apostarlo todo y ser capaz de mantener la apuesta hasta el final.

Ayer en la homilía de la Misa y Te Deum por las Fiestas Patrias, el Cardenal Cipriani hacía alusión a aquel pasaje en que Jesús afirma: Donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón. Y se preguntaba: ¿En qué consiste el tesoro de nuestro corazón cristiano y peruano?, es decir, ¿Cuáles son los valores espirituales que sustentan nuestro sentido moral, tanto en lo individual como en lo colectivo?

Y citaba a Victor Andrés Belaunde, ese gran pensador arequipeño que habla de la fe católica como el fundamento de esa síntesis viviente de razas y culturas que constituye la peruanidad. Al calor de la fe se da el encuentro entre la cultura española y la cultura indígena, que forja nuestra identidad mestiza racial y cultural y que se refleja en diversas expresiones culturales, como la religiosidad popular, las tradiciones, la música, las artesanías, la literatura, etc…

Pero, ¿qué es la Fe? Lo esencial de la fe cristiana radica en el encuentro con la persona de Cristo. Papa Benedicto: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»
En ese sentido, sólo podemos decir que verdaderamente tenemos fe, si hemos vivido y seguimos viviendo la experiencia del encuentro con Jesús que transforma nuestra vida.

Ese encuentro se da especialmente en la oración y en los sacramentos. En ese sentido, podemos preguntarnos: ¿Yo rezo? ¿Yo me encuentro con Jesús en la Eucaristía y en la Comunión?

¿Rezamos? Claro, todos rezamos, al levantarnos, al acostarnos, al bendecir los alimentos, quizás al visitar el Santísimo o leer la Biblia… Pero es mi oración una verdadera experiencia íntima de amistad y encuentro con Dios, ¿Soy capaz de escuchar la voz del Señor que me conoce, que me ama y que me habla al corazón?

Venimos a misa todos los domingos, algunos incluso varias veces a la semana, pero ¿es la Eucaristía una verdadera experiencia de comunión con el Señor muerto y resucitado, o vengo solo por cumplir? ¿Se enciende mi corazón cuando escucho la Palabra y se me abren los ojos para reconocerlo en la fracción del Pan como los discípulos de Emaús? A juzgar por la actitud externa de las personas que uno ve desde el confesionario, parecería que no…aunque solo Dios puede conocer el corazón.

En ese sentido, vale la pena cuestionarnos: ¿es el Perú un país verdaderamente católico, es la fe de los peruanos una fe auténtica de encuentro real con el Señor o es solamente una fe sociológica y superficial? Yo no tengo la respuesta.

Quizás una clave de respuesta este en lo que decía el Cardenal Bergoglio antes de ser Papa sobre la fe en América Latina. Decía que la religiosidad popular era una reserva espiritual, una reserva moral en nuestro continente. Porque allí, en la religiosidad popular, en las procesiones, en las velas, en las imágenes, en los cantos…especialmente en torno a la Cruz y a la Virgen María, las personas vivían una experiencia auténtica de encuentro con el Señor y con la Madre.

Hagámonos algunas preguntas hoy queridos hermanos: ¿tengo una verdadera fe que brota de un encuentro profundo y cotidiano con el Señor?

Si la respuesta es no, busca al Señor, búscalo como a ese tesoro escondido o a esa perla preciosa que le da sentido a tu vida.
Si la respuesta es si, entonces cuida tu tesoro, cuida tu perla. Nadie expone una perla fina en un lugar donde pueden robarla, ni deja un tesoro tirado en cualquier rincón de la casa. No debemos acostumbrarnos ni caer en la rutina en nuestra relación con el Señor.

Pidámosle a la Virgen y a los santos peruanos, que la fe sea verdaderamente el tesoro de nuestra identidad nacional.

P. Juan Carlos Rivva
Párroco