loader image

HOMILÍA DEL XXXII DOMINGO DE T.O. LA VIUDA POBRE Y LA GENEROSIDAD

Este domingo bien podría ser llamado el domingo de las Viudas.

La primera lectura nos habla de la viuda de Sarepta, que alimentó al profeta Elías con todo lo que tenía para vivir: un puñado de harina y unas gotas de aceite, confiando en la promesa del profeta: El cántaro de harina no se vaciará y la alcuza de aceite no se secará.

Y la viuda pobre del Evangelio que puso dos reales (la moneda más pequeña, aquella que ya no tenía cambio, algo equivalente a dos monedas de cinco céntimos hoy) en el lugar de las limosnas en el templo.

Ambas mujeres dieron desde su pobreza, todo lo que tenían para vivir…

La viuda, constituye en el ambiente judío, junto con el huérfano y con el forastero una de las tres categorías símbolo de la pobreza. La mujer en la época y la cultura de Jesús no trabajaba, y cuando se casaba perdía todo derecho frente al patrimonio paterno, sólo heredaban los hijos hombres. Además, cuando el hijo o la hija se casaban, ya no tenían obligación de sostener a la madre. Por eso, perder el marido, significaba la perdida de todo derecho al sostén, quedando desamparada. El Salmo 68 nos dice que Dios es el padre de los huérfanos y el protector de las viudas.

Podemos sintetizar el mensaje de hoy con esta expresión del libro de Samuel: La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, el hombre mira la apariencia, pero Dios mira el corazón. (1 Sam 16,7).

Jesús conoce el corazón de esta viuda pobre y afirma que ha puesto más que los ricos que ponían mucho dinero, por dos motivos:

a) Unos han dado de lo que les sobra y mientras que ella -que pasa necesidad- ha dado todo lo que tenía para vivir.

b) Unos han dado con ostentación, aparentando ser muy generosos ante los ojos de los demás, (han dado una donación para la foto), mientras que la viuda ha sido generosa con discreción y humildad.

Aquí se cumple lo que dice nuestra Madre en el Magnificat: El Señor que derriba del trono a los poderosos y despide vacíos a los ricos, se ha fijado en la humillación de su sierva, y ha enaltecido a los humildes y a los pobres.

Muchas veces me he preguntado: ¿Por qué suele suceder que los pobres, teniendo menos para dar, son muchas veces más generosos que aquellos que tienen más?

La respuesta es sencilla: El pobre vive en una situación de permanente inseguridad, de incertidumbre frente al futuro, la más de las veces tiene que comenzar cada jornada para ganarse el pan de cada día. Y por ello, la pobreza suele suscitar en quien la vive un sentido de provisionalidad y de confianza en la providencia. Como no puede poner su seguridad en el dinero, toda su seguridad está puesta en Dios y por eso no teme desprenderse de lo poco que tiene para compartir desde su pobreza y vivir la solidaridad.

Obviamente, esta regla no siempre se cumple. Hay pobres amargados, egoístas, mezquinos, resentidos; así como hay personas ricas que son muy generosas y desprendidas. Ser pobre no es ninguna virtud y tener recursos no es ningún pecado.

La clave es tener espíritu de pobre, como nos pide Jesús en la primera Bienaventuranza. Es decir, estar desapegado de los bienes materiales y saber compartirlos con los demás.

Nadie es tan rico que no necesite de la ayuda de los demás, y nadie es tan pobre que no tenga algo que ofrecer a los demás. Y no me refiero solamente a los bienes materiales.

No se trata sólo de meterse la mano al bolsillo o de hacer una transferencia bancaria. Está muy bien, pero Dios me pide más, me pide que me involucre, que comparta mi tiempo, mis talentos, mi cariño. Se trata como dice la Madre Teresa de dar hasta que duela.

Tenemos una oportunidad hermosa para vivir la generosidad con la Caja del Amor. (explicar)

Seamos generosos y seamos discretos y humildes al compartir, de modo que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha.

Dios no se deja ganar en generosidad. Dios bendice la generosidad, y si yo soy generoso con los demás, Dios será más generoso conmigo. El que siembra mezquinamente también mezquinamente cosechará, el que siembra generosamente, generosamente cosechará. (2 Cor 9,6).

Que María, la Mujer pobre que se puso totalmente en las manos de Dios, que le entrego su vida de una vez para siempre, nos ayude a ser generosos, como Jesús, quien siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza. (2 Cor 8,9)

Juan Carlos Rivva
Párroco