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Homilía Domingo 33 – Tiempo Ordinario

Contexto litúrgico: Realidades Ultimas: Muerte, el Juicio, el Cielo, el Purgatorio y el Infierno.

Hoy en concreto el Evangelio nos habla acerca del fin del mundo y la venida gloriosa de Jesús para juzgar a vivos y muertos: “El sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces, veréis venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad”.

A lo largo de la historia siempre han existido profetas apocalípticos que en base a horóscopos y profecías, han alimentado la psicosis acerca del fin del mundo.

Detrás de este Ojala se esconde el sentido que para los cristianos tiene el fin del mundo y la venida gloriosa del Señor. Lo que para algunos puede parecer un castigo o una amenaza, para los cristianos es la dichosa esperanza de la aparición gloriosa de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

El Papa Francisco decía hoy en el Angelus que para los cristianos lo importante no es el COMO ni el CUANDO, sino el estar siempre preparados para el encuentro. Y que no vivimos aguardando un TIEMPO ni un LUGAR, sino que vivimos aguardando el encuentro con una PERSONA, con ALGUIEN. Y ese ALGUIEN es el SEÑOR JESÚS RESUCITADO. Por eso continua el Papa diciendo: La esperanza del hombre tiene un rostro: “el rostro del Señor resucitado que viene ‘con gran potencia y gloria’, es decir, que manifiesta su amor crucificado transformado en la resurrección”. El triunfo de Jesús al final de los tiempos será el triunfo de la Cruz, la demostración de que el sacrificio de sí mismo por amor al prójimo, a imitación de Cristo, es la única potencia victoriosa y el único punto seguro en medio de los acontecimientos y las tragedias del mundo.

Para los cristianos una palabra clave es MARANATHA. San Pablo la traduce como: EL Señor Viene y San Juan en el Apocalipsis como un clamor: VEN SEÑOR JESÜS, que es la palabra que vamos a cantar incesantemente en el Adviento.

JUICIO FINAL

  1. Ese momento será el momento del Juicio Final: El momento en que separará a las ovejas de los cabritos y en que seremos juzgados acerca del Amor.
  2. Entonces se realizará también lo que confesamos todos los domingos en el Credo: Vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos. Los muertos resucitarán. “Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida perpetua, otros para ignominia perpetua”. No hay nada escondido que no llegue a manifestarse, ni nada secreto que no llegue a saberse. Entonces caerán todas las máscaras, todo lo oculto quedará manifiesto, y quedará patente nuestra vida ante Dios y ante los hombres. Dice San Agustín: Cuando vino de incógnito, vino a ser juzgado; cuando venga de manifiesto ha de ser para juzgar. Cuando fue reo guardó silencio, pero no ha de callar así cuando venga a juzgar”.
  1. El Señor es infinitamente misericordioso, y nos da muchas oportunidades para convertirnos en esta vida, siempre está dispuesto a perdonarnos y acogernos. No solo es el punto de llegada del futuro, sino que nos acompaña y nos da fuerza en el presente.
  2. Pero El es también infinitamente justo, todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en este mundo.
  3. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Dos afirmaciones: El cielo y la tierra son pasajeros, son efímeros… Son vanidad de vanidades. No apeguemos el corazón a ellos. Los problemas, las alegrías, los dolores, las frustraciones pasan.

Y en cambio: Las palabras del Señor son eternas, son estables, son duraderas y uno se puede fiar de ellas.

Que la Virgen nos ayude a enfrentar los problemas de la tierra, con la mirada fija en el cielo, aguardando la “dichosa esperanza” de la aparición gloriosa de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Padre Juan Carlos Rivva