El evangelio de hoy nos habla de un duelo entre satanás y Jesús en el desierto. El tentador trata de apartar a Jesús del proyecto del Padre, o sea del camino del sacrificio, del amor que ofrece a sí mismo en expiación, para hacerle tomar un camino fácil, del placer, del tener o del poder.
La tentación es en sentido amplio una prueba, una sugestión a obrar mal, una trampa o una situación de crisis en la que se pone a prueba nuestra libertad, nuestra madurez o inmadurez, nuestra consistencia o inconsistencia.
El maligno es el tentador por excelencia, el enemigo, el padre de la mentira, el que busca apartarnos de Dios y hundirnos en la desesperanza. Pero también muchas tentaciones nos llegan como causas inmediatas a través del mundo, de la carne, de nuestros vicios capitales, de nuestras malas inclinaciones y de las cosas que nos suceden a diario.
La vida cristiana es una lucha, y por lo tanto pretender una vida sin tentaciones, sin problemas, sin pruebas, sin tensiones, es en el fondo una ilusión. La tentación forma parte de nuestra existencia mientras peregrinamos en esta vida.
Así es como opera la tentación: Satanás era el más astuto de los animales. Jesús lo llama el Padre de la Mentira. En toda tentación siempre hay una ilusión, un engaño. Una situación que se distorsiona, se interpreta de manera mal intencionada.
Siempre la tentación busca sembrar en el corazón del tentado la desconfianza, la inseguridad frente a Dios y a sus designios, la duda y el temor. «¿No será quizás que Dios me engaña? ¿Qué la Iglesia me engaña?». Asi pues, queridos hermanos, vivimos dentro de una cultura de la sospecha.
En este sentido, Jesús nos da la fuerza de la gracia para vencer la tentación, y en este pasaje, nos enseña cómo enfrentar al maligno: Con la Luz de la Palabra.
A veces creemos que las tentaciones son solo las más evidentes: la tentación de la carne, la tentación de robar, la tentación del alcohol o de la droga. Pero existen otras tentaciones o trampas mucho más sutiles.
Por ejemplo: Cuando alguien habla mal de nosotros, cuando se siembra de manera inteligente y un chisme, una difamación, una calumnia.
Ante esa situación podemos caer en la tentación de dos maneras:
a) Un modo de caer en la tentación es callar. El que calla otorga. No podemos callar, no solo por defendernos a nosotros mismos, sino sobre todo por defender a las personas que se sienten maltratadas, confundidas o inseguras, por las calumnias y difamaciones. Hay que enfrentar la tentación, sin asustarnos, sin confundirnos, buscando siempre la verdad, obrando con caridad y sin ser ingenuos ni tontos.
b) Otro modo de caer en la tentación es pisar el palito, pisar la trampa, y reaccionar impulsivamente: ofender, insultar, ser sarcásticos, es algo que está mal y que los cristianos no nos debemos permitir. Hay que ser astutos como serpientes, pero humildes y sencillos como palomas.
Miremos como responde Jesús al tentador:
a) Serenidad y con entereza: El Señor no se asusta, no se angustia, no se deja confundir ni engañar. No hay tampoco en El una reacción colérica ni descontrolada. No pierde la paz.
b) El Señor reza: Es lo primero que debemos hacer cuando somos tentados. Orar, y confiar más en la Luz del Espíritu Santo que en nuestras pobres estrategias humanas.
c) El Señor ayuna: Hay demonios y tentaciones que no se pueden vencer si no es con ayuno y oración dice Jesús. Que importante es la austeridad, la templanza, los pequeños sacrificios para enfrentar las grandes tentaciones.
d) El Señor no dialoga con la tentación, sino que responde con la Palabra de Dios… Y cuando el maligno trata de manipular la Palabra para usarla a su favor, el Señor recurre una vez más a la Palabra para descubrir sus malas intenciones y cumplir el Plan del Padre.
Queridos hermanos, en este tiempo de Cuaresma, estemos muy unidos y no nos dejemos vencer por las tentaciones. Demosle gracias al Señor por las tentaciones y las pruebas. Ellas son una ocasión para abrazarnos a la Cruz de Cristo. Como dice San Agustín: “Nadie puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha combatido, ni puede combatir si carece de enemigos y de tentaciones”.
No nos dejemos vencer por el mal, antes bien venzamos al mal con el bien.