El primer domingo de Cuaresma la liturgia nos propone el pasaje de la tentación de Jesús en el desierto. Es un episodio que es narrado por los tres evangelios sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas. Marcos que es el evangelista del ciclo B -que nos toca este año- nos narra la tentación de una manera sintética. No describe las tres tentaciones de Jesús como Mateo y Lucas, simplemente nos dice que Jesús fue empujado por el Espíritu al desierto y se dejó tentar por Satanás. Y luego sale victorioso del desierto e inicia su ministerio público diciendo «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: conviértanse y crean en el Evangelio».
Meditar en estas tres palabras que están íntimamente ligados: Tentación, Conversión y Fe.
LA TENTACIÓN: La tentación forma parte de nuestra condición humana. Todos tenemos la experiencia de ser tentados. LA TENTACIÓN es una sugestión, una invitación a obrar el mal. A hacer mal uso de nuestra libertad apartándonos del camino de Dios que nos conduce a la vida para recorrer el camino del pecado que nos conduce a la muerte.
Si hay una tentación, existe también un TENTADOR. El tentador es el maligno, que existe y que actúa, que es astuto y quiere nuestra caída, quiere apartarnos de Dios que es nuestro Bien y nuestra Felicidad. Y para ello cuenta con dos grandes aliados:
a) El hombre viejo: Nuestra inclinación al mal. La concupiscencia es esa herida que permanece en los bautizados a fin de que sirva como una prueba en el combate de la vida cristiana. Se manifiesta en los vicios capitales: la soberbia, la vanidad, la lujuria, la gula, la pereza, la avaricia, la envidia. Son esos malos hábitos y tendencias desordenadas profundamente arraigadas en nosotros.
b) El mundo, entendido como lo mundano, como el ambiente anticristiano de pecado, de mentira y relativismo moral, de materialismo y consumismo en el cual vivimos y que se opone al Plan de Dios.
Podemos caer en la tentación de pensamiento, palabra, obra u omisión. Existen diversas clases de tentaciones: Desde las más evidentes y burdas, como pueden ser s tentaciones de la carne: lujuria, la gula, la pereza. Hasta las tentaciones del espíritu, que son más profundas y sutiles: La tentación de la amargura, del desaliento, la tentación contra la Fe y la Esperanza, que siempre está ligada a la soberbia.
Y porque todos somos tentados y muchas veces caemos en la tentación, la Cuaresma es un llamado apremiante a la Conversión.
La palabra CONVERSIÓN viene del griego metánoia, significa literalmente un cambio de mentalidad, abandonar una forma o modo de pensar que lleva a la mentira y al pecado para asumir un nuevo modo de pensar, para interiorizar los criterios del Evangelio, las enseñanzas del Señor Jesús, como norma de conducta que guíen nuestra vida.
Somos cristianos, pero no nos hemos convertido. Porque no hemos cambiado nuestra manera de pensar. Porque juzgamos la vida y establecemos prioridades con criterios que no son los del Evangelio, sino con criterios mundanos, relativistas, materialistas.
Ejemplos: Racismo, los juicios temerarios y chismes, el consumismo que nos lleva a gastar en cosas innecesarias, el juzgarnos a nosotros mismos y a los demás por las apariencias, creyendo que uno vale por su cuerpo, por lo que hace o por lo que tiene.
¿Cómo convertirme en este tiempo de Cuaresma? Si lo he intentado tantas veces y vuelvo a caer en los mismos pecados.
¿Cómo convertirme si descubro que el mundo con sus frivolidades y vanidades me seduce y me fascina?
¿Cómo convertirme si soy tan débil, si una y otra vez experimento como dice San Pablo el aguijón de la carne, que no hago el bien que quiero, sino el mal que detesto?
¿Cómo convertirme si experimento que el demonio me tiene encadenado a vicios que me esclavizan?
Allí es donde entra LA FE.
Jesús dice: Conviértete y cree en el Evangelio.
Cree en la Buena Noticia: ¿Cuál es esa Buena Noticia? Segunda lectura: Que Jesucristo murió de una vez para siempre para rescatarnos del pecado, el inocente por los culpables. En pocas palabras, el Evangelio es Jesucristo, nuestra Reconciliación.
No eres tú el que te conviertes a punta de fuerza de voluntad, es Dios quien te convierte con el poder de su gracia que transforma tu vida. Es el Señor quien te hace santo, pero necesita de tu cooperación y de tu esfuerzo.
Tres cosas muy importantes:
a) Humildad: Para confiar más en la gracia de Dios que en tus propias fuerzas y para reconocer que sin su ayuda no puedes hacer nada.
b) Paciencia: La conversión es un proceso que dura toda la vida. No te dejes llevar por el desaliento y en la desesperanza que es lo que busca el maligno cuando nos tienta. Paciencia para perseverar en la lucha y levantarse mil veces cada vez que caemos. Es mejor caminar cojeando por el buen camino que conduce a la vida, que correr por el camino equivocado que conduce a la perdición.
c) Radicalidad: Que no es fanatismo ni extremismo. Radicalidad viene del latín RADICE que significa ir a la raíz. Que Cristo sea la raíz que sostenga y nutra mi vida. Que mi vida este arraigada, enraizada en el Señor. Que el Señor sea el centro de mi vida y yo me aleje de todo lo que me aparta de él.
Que María nuestra Madre, la que aplastó la Cabeza de la Serpiente, nos ayude a vivir este camino de la Cuaresma como un tiempo de lucha contra las tentaciones para así llegar purificados a la Pascua de Resurrección.
Juan Carlos Rivva
Párroco