El Papa nos habla de la indiferencia, dice que Dios no es indiferente con nosotros y por eso nosotros no debemos actuar indiferentes con el prójimo. ¿Cuál es la virtud contraria al pecado de la indiferencia? El Celo, una palabra que muchas veces viene cargada con una connotación negativa. Digamos que cuando una mujer es celosa, no sabemos si ese comportamiento es parte de un acto positivo o negativo, si es que es una virtud o un defecto. Pues, claro, existen celos buenos y celos malos.
Según sea la pasión que lo mueva, el celo puede ser bueno en la medida que existe un amor benevolente que busca el bien del amado o el egoísmo posesivo, según estén fundados o en la verdad o la mentira. Podríamos decir que el celo en singular es algo bueno y los celos en plural suele ser algo malo.
Palabra griega «Zeloz» que significa literalmente «estar en estado caliente, en estado de ebullición», y se refiere a la pasión vehemente y encendida que se expresa en el rostro enrojecido. El celo es fruto de un amor intenso y apasionado, que es como un fuego o energía interior que impulsa a defender, proteger o cuidar con acciones incluso violentas a quien es objeto de su amor, cuando está ante una amenaza. (Como una madre que está dispuesta a sacar las garras para defender a sus hijos o como el celo que manifesto Jesús al ver que se estaba profanando la Casa de su Padre).
El Diccionario de la Real Academia dice que el celo lleva a un amor “solícito, diligente, cuidadoso, esmerado, meticuloso, entusiasta, afanoso, ardoroso, extremado” que una persona siente por otra.
DIOS TIENE CELO POR EL HOMBRE
Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso.
Dios nos ama con un amor intenso y apasionado. Con “amor eterno te he amado”, un amor lleno de ternura y predilección. En Cristo, Dios nos ha amado hasta el extremo de entregar su vida por nosotros en la Cruz.
Este amor de Dios es personal. A cada uno nos ama con un amor especial. Para Dios tú eres valioso, eres único, eres especial. El no es indiferente a lo que tú haces. Se preocupa por ti. Te ama con un amor lleno de detalles.
Los profetas hablan de este amor de Dios como un amor esponsal. Dios que se desposa con su pueblo y ese pueblo le es infiel. El no está dispuesto a compartir su amor con falsos dioses. Solo a Dios debemos amar con toda la mEn lo está dispuesto a compartir su amor con otros.
¿CÓMO CORRESPONDEMOS NOSOTROS AL CELO DE DIOS?
Jesús nos enseña cómo debemos amar a Dios nuestro Padre: El celo por la Casa de Dios lo devora. El Señor reacciona con ira santa, ante aquellos que convertían la Casa de su Padre en una cueva de ladrones.
El celo no es fanatismo, es el sentido de urgencia que surge en un corazón noble que anhela corresponder al Amor de Dios y que no es indiferente ante el pecado
Es lo que siente el profeta Jeremías cuando dice: «Me has seducido, Señor y me dejé seducir… Yo decía: “no volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre”. Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía» (Jer 20,7.9).
¿Cómo correspondemos nosotros a ese amor tan grande de Dios?.
CELO POR LAS COSAS DE DIOS NOS DEBE LLEVAR AL CELO POR VIVIR LA CARIDAD CON EL PROJIMO
No ser indiferentes ante el pobre, ante el hambriento, ante el enfermo, ante aquel que vive en condiciones que claman al cielo. Celo por acercarme al hermano necesitado e involucrarme con él, y no avergonzarme de tocar la carne de Cristo en el hermano que sufre.
Celo por la salvación de las almas: Cuantas veces vemos personas que yerran, que viven en el pecado, que mienten, que engañan a su conyugue, que se prestan a coimas y estafas, y nosotros muchas veces nos hacemos los locos, somos indiferentes, nos lavamos las manos como Poncio Pilato.
Celo por hacer apostolado… Celo de San Pablo… Ay de mi si no evangelizo. El celo me lleva a sufrir al conocer la Verdad y ver a tantos viven en el error y la oscuridad. El celo es el fuego que movía a Santa María Magdalena de Pazzi, a exclamar: “El Amor no es amado, el Amor no es amado”.
CORAZÓN DE MARÍA:
Acerquémonos para que ella nos encienda el corazón con el fuego del Espíritu Santo, para que no tengamos un corazón indiferente, sino un corazón celoso.