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Catequesis sobre la Misa (V) – 30 de agosto de 2015

Santa Rosa de Lima: Patrona del Perú, de América Latina y de las Filipinas, la primera santa de América

Ella era una mujer enamorada de Jesucristo, que se sintió profundamente amada por Él y que ardía de anhelos por corresponderle. Y ese amor de Jesús y a Jesús se fue forjando en la participación asidua en la Eucaristía, donde aprendió a ofrecerse como hostia viva, unida al sacrificio de Jesucristo en la Cruz y a desposarse con Cristo en una comunión mística.

Hoy vamos a terminar nuestras Catequesis sobre la Misa, que hemos venido reflexionando durante todo el mes de agosto, meditando justamente en la comunión.

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Jesús realiza tres gestos:
– Tomo el pan: La presentación de los dones.
– Lo bendijo: La plegaria eucarística que ofrece la víctima en sacrificio.
– Lo partió y se los dio: La fracción del pan y la comunión eucarística.

La plegaria eucarística desemboca naturalmente en el Padre Nuestro, ya que gracias al sacrificio de Cristo hemos sido reconciliados con el Padre, participamos de su filiación divina, somos hijos en el Hijo, por ello unidos al Hijo y movidos por el Espíritu Santo podemos clamar Abba Padre.

Luego de la comunión con Dios Padre, las oraciones que siguen nos invitan a vivir la comunión entre nosotros, que hemos implorado y prometido en el Padre Nuestro: perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Esta comunión entre nosotros se expresa en el rito de la paz, en el que imploramos a Jesucristo que conforme a su promesa, conceda a la Iglesia la unidad y la paz.

El gesto de darse un saludo de paz ha de ser un gesto sobrio, que no nos lleve a alterar el ritmo de recogimiento vivido durante todo el rito eucarístico. Por ello, incluso el misal dice que si el sacerdote lo considera oportuno invita a los fieles a darse un saludo de paz. Podrían darse algunos casos en que no lo considere oportuno y lo omita.

Luego viene la Fracción del pan…En el libro de los Hechos se llama a la Eucaristía la Fracción del Pan (Hch 2,42) y el Evangelio de Lucas nos cuenta que los discípulos de Emaús lo reconocieron en la fracción del pan. (Lc 24,35).

Antiguamente era un gesto real y lleno de sentido, pues los panes ázimos se partían antes de repartirse a los fieles.

Este rito simboliza la comunión en dos perspectivas diferentes:

  1. Simboliza la unidad de todos los cristianos: Por eso San Pablo decía en la carta a los Corintios, todos somos un mismo cuerpo, porque todos comemos de un mismo pan. (1 Cor 10,17).
  2. Conmixtio: En todas las religiones la víctima sacrificada tenía que ser partida en dos. El partir la hostia nos recuerda la muerte de Cristo. Del mismo modo que el pan se rompe en la Eucaristía, así se quebró el Cuerpo del Señor en la Cruz. Y por eso durante ese gesto se entona el Agnus Dei que es un canto que elude al sacrificio de Cristo.

La hostia se divide en tres partes: Una parte para la comunión del sacerdote, otra parte para repartirla entre los fieles y un pequeño trozo de pan que el sacerdote sumerge en el cáliz haciendo una oración secreta:

Haec commixtio Corporis et Sanguinis Domini nostri Jesu Christi fiat accipientibus nobis in vitam aeternam. Amen.  Que por la mezcla del Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo, podamos nosotros participar de la vida eterna. 

Así como la división del cuerpo nos habla de la muerte de Cristo, la unión del cuerpo y la sangre simboliza la reintegración en el cuerpo glorioso y resucitado del Señor que nos comunica la vida eterna y expresa también que al comulgar de la hostia, recibimos el cuerpo y la sangre de Jesucristo, muerto y resucitado, aunque no comulguemos bajo las dos especies.

Finalmente una breve reflexión sobre el acto de comulgar:

En primer lugar en cuanto a la forma… Debemos acercarnos a comulgar con profundo respeto y reverencia: Se puede comulgar de pie o de rodillas, recibiendo la comunión en la boca o recibiéndola con profundo respeto en la mano.

En Lima, el Cardenal alienta a los fieles a comulgar de rodillas y en la boca, pero no se prohíbe comulgar de pie y en la mano. Por razones prácticas y de tiempo, es difícil distribuir la sagrada comunión de rodillas los domingos.

La comunión se recibe, no se agarra, no se toma, se acoge y no se coge. El modo de recibirla al comulgar en la mano es poner la mano izquierda como un trono y luego con la mano derecha comulgar delante del ministro, sin hacer la señal de la cruz con la hostia. Condiciones para recibir la comunión: Es necesario guardar un equilibrio entre una actitud laxa y un excesivo rigorismo.

La Iglesia recomienda la comunión frecuente, si es posible diariamente, pues la comunión es el modo más pleno de participar en el sacrificio de la misa. La condición para recibir la comunión es saber a quién vamos a recibir y estar en gracia de Dios, es decir, sin conciencia de pecado grave.

No es que cada vez que vengo a misa me tengo que confesar. No olvidemos que uno de los efectos de la comunión es que perdona los pecados veniales. No hay que ver la comunión como una especie de premio que yo alcanzo como fruto de mi esfuerzo, y no como un don del cual siempre me reconozco indigno. La comunión como dice el Papa Francisco tiene también una dimensión medicinal.

Pero al mismo tiempo, es necesario tener discernimiento ante de comulgar. Quien come sin discernir el cuerpo y la sangre de Cristo, come y bebe su propia condenación. (1 Cor 11,29). Es necesaria una preparación interior para recibir al Señor, y si tengo conciencia de pecado grave, es decir, de haber perdido la amistad y la gracia de Dios, debo procurar acercarme al sacramento de la reconciliación antes de comulgar.

Existe la posibilidad de hacer un acto de comunión espiritual, para quien no pueda por ahora recibir la comunión sacramental.

Que Santa Rosa nos ayude a participar con profunda fe de estos sagrados misterios y a recibir a Jesucristo en la Eucaristía con su mismo fervor, de modo que podamos decir con San Pablo: Para mí la vida es Cristo. (Fil 1,21)