El mundo actual, así como tiene muchas cosas buenas, también está lleno de mentiras. Infelizmente, solemos asumir muchas de ellas como verdades, pues no nos esforzamos por tener una conciencia muy crítica. Poco a poco, vamos asumiendo muchas mentiras, que se nos proponen en distintos medios de comunicación. Así nos vamos distanciando, poco a poco, de la verdadera felicidad ¿Cuáles son esas 3 grandes mentiras que nos quieren enseñar como modelos equivocados de felicidad? Vamos a ver paso a paso cada una.
¿Cuántas veces consideramos que la felicidad consiste en el placer? Lo que me hace sentir bien, es bueno; y lo que me hace sentir dolor, es malo. Los animales son los que se rigen solamente por el placer. No se rigen por la razón, sino por sus impulsos instintivos. A veces pareciera que vivimos así, poniendo equivocadamente la felicidad en las drogas, el alcohol, el sexo, y todo aquello que proporcione algún tipo de placer, no importa la manera. La búsqueda excesiva de confort o una vida demasiado acomodada, también son manifestación de ese placer desordenado.
Sin embargo, hay que decirlo, el placer en sí mismo es algo bueno. El problema es cuando ponemos esa búsqueda desordenada del placer por encima de varias cosas que son mucho más importantes en nuestra vida. Terminamos buscando el placer, en vez de la felicidad.
También nos engañamos cuando buscamos a toda costa enriquecernos. Es decir, ¿quién no ha puesto alguna vez la felicidad en las riquezas, en el sólo tener? Cuando caemos en esa mentira, creemos que la posesión de bienes materiales, se convierte en el objetivo más importante para nuestra vida. Tener dinero, automóviles, vivir en barrios exclusivos, poder comprar lo que a uno se le antoja, no son más que un estilo de vida ¡No nos dejemos engañar! Ese consumismo y materialismo son una manera de vivir ampliamente difundidos y profundamente enraizados en nuestra sociedad actual. Vivimos para el dinero y buscamos, a toda costa, acumular riquezas, creyendo que así seremos felices. Todo esto se ve claro en la necesidad excesiva y compulsiva de tener que comprar, tener lo último en materia de tecnología, estar siempre a la moda, etc.
La tercera gran mentira es el yugo del poder. Nos pasa cuando ponemos la felicidad en la capacidad de ejercer ese poder según nos da la gana. En la práctica buscamos ejercer poder sobre los demás, o manejar distintas circunstancias a la manera como queremos, sin importar lo que es mejor. Es un poquito más difícil de vivir, puesto que implica algunas condiciones previas.
Tener dinero, tener un puesto importante de trabajo, venir de una familia tradicional, tener títulos y carreras profesionales que sean importantes a los ojos del mundo. Por ello, es extremamente atractiva y una vez que caemos en esa mentira, es mucho más difícil aceptar que estamos engañados. Empezamos a decir y creer cosas como: “¡Ya no necesito de nadie!” Solamente aquellos que utilizo para mis fines personales. Hago cada vez más lo que me trae poder para estar por encima de los demás. Una manifestación de esta mentira es, por ejemplo, la autosuficiencia; creer que tengo todo bajo control y no necesito la ayuda de los demás ¿Cuántas veces nos creemos mejores, superiores y punto de referencia para los demás? ¿Quién no ha querido tener siempre la última palabra? A veces incluso puedo llegar al punto de despreciar al otro, mirándolo despectivamente, como alguien que no merece nuestra atención.
Finalmente, debemos entender bien lo que estamos hablando hasta aquí. El engaño y la mentira es creer, que cuánto más me aferro, poniendo la seguridad
y sentido de mi vida en la búsqueda de placer, el querer tener cosas materiales o la capacidad de ejercer cuánto sea posible el poder, vamos a ser más felices. Si vivimos así, terminamos frustrando la verdadera búsqueda de felicidad.
En el fondo, todos sabemos que el placer, el tener y el poder en sí mismos, no pueden dar el sentido y la seguridad que tanto queremos para nuestras vidas. Los placeres son muy pasajeros. Vienen y se van. El dinero, por ejemplo, un día tenemos mucho y otro día nos quedamos sin nada. El poder lo adquirimos un día y otro día, por tantas cosas de la vida, lo podemos perder. Poco a poco, nos alejamos cada vez más de las cosas que realmente pueden saciar nuestras aspiraciones más profundas y sinceras de felicidad.
Cada uno de nosotros debemos preguntarnos: ¿Cuánto pongo mi felicidad en el placer, el tener o el poder en sí mismos? Finalmente, ¿cuánto estoy dispuesto a cambiar mi manera de vivir, si me doy cuenta que estoy viviendo engañado?
© 2017 – Pablo Augusto Perazzo para el Centro de Estudios Católicos – CEC